
Luego de leerlo por tercera vez, tuve la certeza de que se trataría de cierto semblante profesional. Entonces, no pude dejar de preguntarme: por qué los psicoanalistas intentamos tanto, en lugar de hacer y punto.
Anteponer el aviso que se está intentando, siempre aporta la categoría de ensayo al hecho. Un resguardo.
Pienso que hago algo pero digo que lo intento por las dudas. Si alguien se topa con mi escrito y considera que no hago lo que digo que estoy haciendo, avisé que simplemente lo intentaba.
O bien, me autorizo a hacer algo a medias y digo que es un intento para que nadie me reclame por las omisiones vertidas. En ese caso, por qué no decir: hago esto poco porque no necesito ir más allá y que lo lea quien quiera. Que lo tome a quien lo cause.
“Intento” como sustantivo o como verbo, no sólo sería un resguardo sino también pretensión de existencia de cierta totalidad posible (hago un intento, del todo que habría que decir, digo un poco. Después no me digan que no avisé).
Los psicoanalistas ya deberíamos saber que no hay un todo. Aquellos que hacen los análisis profundos, rigurosos, reunidos con toda la información disponible; en verdad, no están en ningún lado. Igual que la gente feliz.
Con semejante aversión, el efecto en mí ha sido el impedimento absoluto para continuar la lectura en cada texto que tropecé con alguien que sólo intentaba.
¡Corro a revisar mis letras!