lunes, 30 de noviembre de 2009

Un poco de humor

Es bueno... es bueno.

Marido y mujer acuden al psicólogo tras 20 años de matrimonio.
Cuando se les pregunta cuál es el problema, la mujer saca una lista larga y detallada de todos los problemas que han tenido durante los 20 años de matrimonio:

...poca atención, falta de intimidad, vacío, soledad, no sentirse amada, no sentirse deseada...

La lista es interminable.

Finalmente, el terapeuta se levanta, se acerca a la mujer, le pide que se pare. La abraza y besa apasionadamente, mientras que el marido los observa con una ceja más alta que la otra.
La mujer se queda muda y se sienta en la silla medio aturdida.

El terapeuta se dirige al marido y le dice: “Esto es lo que su esposa necesita al menos 3 veces por semana. ¿Puede hacerlo?”

El marido lo medita un instante y responde: “Bueno, la puedo traer los lunes y los miércoles, pero los viernes tengo pesca”.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Letras en el Shopping

Que la literatura enriquece el mundo no es una novedad. Sin embargo, cuando eso sucede de un modo tan directo y concreto, sorprende. Es como poder volver a maravillarse con el atardecer. Ya se sabe que el sol se pone, que entra por aquí y sale por allá, pero cuando uno se deja envolver al contemplarlo, sorprende.

Ayer tuve la grata oportunidad de conocer gente nueva, de reírme, de compartir historias, de ampliar el universo. Todo eso gracias a un cuento. Había enviado uno de mis cuentos a un concurso y al parecer pude decir algo en él, tanto que fue seleccionado entre diez, de un total de seiscientos cuentos.

El concurso lo organizaba el Boulevard Shopping de Adrogué. ¿Un shopping organiza un concurso de cuentos? pensé. Desde cuándo el paradigma del capitalismo se ocupa de la cultura. Evidentemente no hay una única manera de hacer las cosas. Parece que el grupo de marketing que allí trabaja encontró la veta para no dejar de hacer su trabajo, y al mismo tiempo no perder de vista que cuanto más cultura tenga un pueblo, más interesante será.

Gracias al jurado: Claudia Piñeiro, Laura Massolo y Patricia Saccomano. Y gracias a los organizadores del Shopping: Juan Pablo Fiorenza, Arq. Hugo Gilardi y los demás de quienes lamentablemente no se sus nombres.

lunes, 9 de noviembre de 2009

¿Avivada?

Electroshock ¿Malas ondas? Revista Viva. Domingo 8 de Noviembre de 2009. Pag. 56

Los domingos, mientras desayuno suelo pasar las hojas de la revista que viene con el diario, que justamente parece tener ese destino: pasar. Y no está mal, tal vez acompañan la atmósfera del día de relax. Para mayor contenido están las revistas culturales del sábado, u otras aún mejores.

Lo innegable de esta dominguera publicación es que participa en la creación de la opinión publica. Miles de personas deben hacer lo mismo que yo. Transitan sus páginas mientras untan la tostada con mermelada. Probablemente, muchos de ellos la tomen como una fuente de información fidedigna. Supongo que debe pasarme con temas que desconozco, pero no es el caso.

Como quien encuentra una pastilla de éxtasis en medio de un helado de dulce de leche, leí Electroshock en una de las hojas de la Revista Viva de ayer y casi se me cae la tostada. Qué podía significar un artículo como ese en una revista sin consecuencias, pisándole los talones al año 2010. ¿Malas ondas? Sí. Un tufillo extraño, que sobrevuela la salud mental de nuestro país en los últimos meses.

No voy a hablar de qué se trata la técnica de electroshock, ya bastante la promocionaron en la viva revista. Simplemente diré que se utilizaba hace unos sesenta años atrás, cuando la industria psicofarmacológica no estaba tan desarrollada como ahora y cuando el paradigma del tratamiento de la locura, era asilar. Es decir, al loco había que aislarlo. Hoy en día, la supuesta política de salud que intenta impartir el Gobierno de la Ciudad, apuntaría a la inclusión, a la desmanicomialización, etc. Todo muy lindo pero que los pacientes no piensen. Démosle un lindo nombre a la patología, que los acompañe toda la vida y convenzámoslo de que el electroshock será bueno para su salud. De esa manera se someterá feliz a un procedimiento que arrasará con su subjetividad y lo hará presa del capricho eléctrico del sádico que se lo aplique.

No me caben dudas de que en la antigüedad, ciertos casos de psicosis graves deben haber recogido efectos terapéuticos gracias al electroshock. Yo misma, en mis años de hospital presencié no solo un electroshock sino también sus efectos: una paciente catatónica viró hacia la manía.
Lo más salvaje de este artículo presentado en medio del rugbier del siglo y Bioy Casares, es que habla de la aplicación de está maldita técnica en los famosos pacientes bipolares de hoy, o en las depresiones graves (que muchas veces no son más que gente normal un poco deprimida, que trata de sobrellevar su angustia recurriendo a soluciones bruscas). Existe una marea de palabras ofrecidas cual nombres que la gente consume a lo loco. Pareciera que uno no existe si no es bipolar, tiene un amigo deprimido, fóbico o con ataques de pánico. Es top, hay que tenerlo.

Algún fanático de la Revista, pordía defenderla argumentando que plasmaron allí ambas campanas. Es cierto. Se le da la palabra a un psicoanalista y se menciona que hay toda una corriente de salud mental que considera que no es el tratamiento adecuado. Pero tan cierto como eso -y para mi gusto lo más perverso del artículo- es que los recortes que ilustran la nota, las palabras grandes ubicadas a los lados de los párrafos, todas ellas proponen al electroshock casi como una novedosa técnica de curación. Me he tomado el trabajo de transcribirlas, para que mis lectores (dos o tres locos como yo, muy lejanos a los millones que leen Clarín), puedan sacar sus propias conclusiones:

“En el Borda los médicos llevan sus aparatos. Las máquinas que hay son viejas”

“El electroshock es el único remedio para depresiones graves que son resistentes al uso de antidepresivos”

“Los efectos no deseados no son nada si se tiene en cuenta que las personas con depresión son proclives al suicidio”

Al comienzo decía, que el destino de estas páginas de domingo suele ser un mero desfile por ojos poco interesados. Miles de personas deben leer sólo estas frases sin darle mayor importancia. El problema es que unos días después puede producirse la siguiente escena:

- Mi cuñado está muy mal. El laburo está cada vez peor y el tipo la verdad que no le encuentra la vuelta. Mi hermana también ahí anda…
- ¿Hizo algún tratamiento?
- Si, fue a un par de psicólogos, pero no enganchó con ninguno.
- Tal vez está para psiquiatra.
- No sé…
- El otro día leí en el diario que el electroshock da buenos resultados, por qué no le comentas a tu hermana.
- Sí, yo también lo leí. Te juro, me acordé de él.
- Y bueno, con probar…
- Sí.

Parece un diálogo inofensivo, pero no lo es.
Una verdadera política que pretenda erradicar los manicomios debería hacer todo lo posible para que sus ciudadanos piensen, el electroshock está en las antípodas de ese propósito.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Las grietas de Jara / Claudia

Novela. De Claudia Piñeiro. Alfaguara. 2009

Mi admiración por esta autora es de público conocimiento. El amor verdadero se basa en ser capaz de ver defectos y virtudes, aciertos y desaciertos. Más amor aún es poder decirlos. Alguna vez escuché que el amor verdadero consistía en aprender a amar los equívocos del otro, sus partes más oscuras.
En virtud de ese amor literario que me une a ella, es que escribo estas líneas sobre Las grietas de Jara.

Pablo Simó es el típico personaje oprimido que persigue una libertad inalcanzable. Jara, un viejo zorro, que le enseña sin saber, las picardías de la vida. Gracias a ellas, Simó cambia de rumbo.
La novela está lograda como todas las demás de Piñeiro. Una muerte plantea una intriga inicial que va aumentando con el pasar de las páginas, de modo que uno quiera seguir leyendo. Pero esta vez, si bien las páginas me tiraban de los ojos, no sentí la sed de Elena sabe. Tropecé, sobre todo al final, con algunos lugares comunes. El cambio de look de Pablo Simó, los enredos sacándose fotos con Leonor, la esposa de Pablo una loca desquiciada, etc.
Y lo más decepcionante, un final imaginado diez o quince páginas antes. Debe ser que Claudia me tenía acostumbrada a estrellarme en la última página.

Pero como decía al comienzo, el amor es descubrir blancos, negros y grises. Un hallazgo de esta novela, muy bien logrado por cierto, son las conversaciones imaginarias con Barletta. Esos diálogos interiores que todos tenemos con diferentes personajes de nuestra existencia, están maravillosamente logrados en muchos pasajes de la travesía de Simó.

Les regalo algunas palabras de la novela que vienen a cuento:

“…Porque si uno no sabe qué es el amor, ¿qué más preguntas quedan por hacerse? Tampoco sabe, pero hay algo de lo que Pablo sí está seguro: que nadie, casado, soltero, hombre, mujer, joven o viejo, se atreve a dudar -como hoy lo hace él- de que el amor exista.”

Léanla, vale la pena.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Mandá PSICO al 9010

Roberto era un paciente grandote, de unos 45 años, con brazos anchos y manos seguras. Se analizaba con Mario R. Un psicoanalista macanudo, más o menos de la misma edad que él, pero con un cuerpo ligeramente más pequeño.
Hacía un tiempo, los progresos en el análisis de Roberto lo habían arrojado al diván para conquistar sus más profundas mociones inconcientes y por fin superar sus dificultades al hablar. Le pasaba que muchas veces, frente a situaciones críticas en las que se sentía molesto no terminaba de decir todo lo que hubiera querido. Se guardaba más de la mitad de las palabras. Muchas veces sentía que esto lo dejaba mal parado y perdía oportunidades importantes en su vida.

Ese martes el diván estaba repleto de palabras de Roberto. Lo que pasa es que mi jefe se cree que yo soy boludo. En el sillón de atrás, cada tanto se escuchaba pip, pip, pup, pop. Se cree que yo no me doy cuenta de que está armando un proyecto a mis espaldas. Yo me pregunto por qué me cuesta tanto enfrentarlo y decirle lo que pienso. Pip, pip, pup, pop. Tal vez si algún día me animara a decirle algo de todo lo que pienso hasta me estimaría más, me respetaría, cosa que no hace. Tin pun. El otro día soñé que era mudo, que quería articular las palabras y no me salía el sonido. Estaba mi vieja que no se daba cuenta y me hablaba como si nada. Pip, pip, pup, pop. Roberto hizo un silencio luego de relatar el sueño. Esperaba que Mario le dijera algo, pero éste respondió con mas silencio. Roberto pensó que era una invitación a seguir asociando sobre el sueño, así que cumplió. A veces pienso que esto que me pasa tiene que ver con mi vieja. Tin pum. Ella nunca me escuchaba, hoy en día no me escucha. Pip, pip, pup, pop. Roberto se sintió molesto. Escuchaba ese ruidito desde el comienzo de la sesión. Su psicoanalista estaba escuchándolo o enviando mensajes de texto. Miró por el rabillo del ojo, se veían los pies de Mario inmóviles. Siguió hablando. Tin pum. pip, pip, pup, pop. Era muy evidente. Eran las malditas teclitas del celular. Encima ni ponerlas en silencio sabía.
Pip, pip, pup, pop. De pronto, Roberto se incorporó bruscamente sobre el diván y dio vuelta su cabeza para clavarle la mirada a su psicoanalista. Mario tenía su rostro ligeramente iluminado por la pantalla de su celular. Se quedó impávido, con los ojos abiertos y el celular en la mano, como quien de pronto se enfrenta a un demonio. Roberto, irónico como pocas veces, le dijo: ¿te estas aburriendo, no? La cara de Mario se pobló de colores y dijo: ¡no, para nada! Roberto se paró, estirando su metro noventa delante del sillón de Mario y replicó: ¡Claro no te estas aburriendo porque estas dale que dale con el mensajito. ¡¿No te da vergüenza?! Mario contestó lo incontestable: estaba anotando algunas frases de lo que decías. Ah… sí claro y se las mandabas a Freud en la tumba para que te ayude, no? El psicoanalista in fraganti se puso de pie y Roberto no resistió el impulso. Alzó su mano derecha y lo bajó de una trompada. Agarró sus cosas y se fue.

Al rato, un mensaje de texto de Roberto decía: Disponé de mi horario, Freud me escribió a mí directamente y me acaba da dar el alta.