sábado, 2 de junio de 2007

Reuniones de Equipo (entre psicoanalistas...)

Que no todo puede ser dicho es cierto. Ahora que no todo quiera ser dicho es otra cosa. No todo los silencios son para pensar, algunos son para omitir. Se me ocurre que algunos encuentros institucionales descansan sobre esta travesura.

La “reunión de equipo” invita ineludiblemente no sólo a profesionales sino también a las ligaduras institucionales que los convocan. Desde la misma o distintas disciplinas, se reúnen para entretejer alguna cuestión, con la obligada oportunidad de asistir a una variedad de situaciones, reconfortantes y no tanto.

En principio tiene un carácter social. Un encuentro casi siempre semanal con las mismas personas, supone la creación de cierto entramado farandulezco al que me he referido en alguna oportunidad. Hasta allí es apacible y agradable tener una excusa profesional para hablar de las frivolidades de la peluquería, pero dentro de un marco científico. Eso sí, cuando las anécdotas banales le dan lugar al trabajo, se habla de trabajo. Aunque no se apresuren en imaginar un trabajo productivo y enriquecedor. Solo algunas veces el comentario imaginario y el juicio personal colectivo le da paso a la construcción colectiva, que es absolutamente otra cosa.

También suceden otras cosas, que suelen ser las mas oscuras. Por inherente complejidad, pero a veces también por mala intención. Lo institucional como tal, cobra protagonismo con frecuencia y suscita agitados, tensos, pero interesantes debates. Allí no todo debe ser dicho, una palabra de mas podría descubrir tejes y manejes institucionales que nunca debieran ver la luz. No obstante, lo oculto pero evidente suele hacer reflejo y la gente termina por inferirlo (casi como el material latente y manifiesto). Aunque la inferencia no se convierta en dicho necesariamente. A veces sucumbe también a la picardía de la omisión consciente. Por distintos motivos: astucia, obsecuencia, hipocresía, algunas veces también timidez o falta de coraje. Así es como algunos intersticios institucionales gozan de un vivaz entramado oculto que da lugar a escenas cuyo repertorio es determinado no sólo por lo dicho sino también por este bagaje oculto, casi inconciente pero con conciencia. Algunos eligen escribir para desenmascararlo, allá ellos.