miércoles, 6 de diciembre de 2006

Por qué, los psicoanalistas, leemos cuando presentamos un trabajo?

Haber presenciado otros escenarios, encuentros de profesionales cercanos al psicoanálisis y también muy lejanos; me lleva a notar la diferencia. Hay un escrito que guía y estructura la presentación, pero luego, frente a los colegas surge una enunciación espontánea pero estudiada que justifica la presencia del público, hace del encuentro un valor agregado a la publicación impresa de los trabajos. Tiene lugar una enunciación. A pesar de que ellos no son justamente quienes se preguntan por estas cosas.

Estando en algunas Jornadas o Congresos de Psicoanálisis, algunas veces he tenido una horrible sensación. Confundida entre sospecha de sueño o remembranza, me ha parecido presenciar la lectura de salmos en la misa. Allí, en la pura repetición, se lee y se invoca al apóstol tal. Qué paradoja! Justamente el psicoanálisis, que tanta distancia ha tomado de la religión, para poder pensarla, quede configurando un acto parecido a la escena religiosa.

Encuentro cierta diferencia entre lo que es escrito para ser leído y lo escrito para ser escuchado. En la lectura hay un fenómeno fantástico de idas y vueltas sin fin, que permiten volver y re pensar en cada movimiento. Si no entendí puedo volver a preguntarle al autor qué fue lo que dijo y éste siempre me responderá.
Nada de esto es posible al escuchar un escrito. Las palabras tienen una existencia tan efímera como su sonido, lo que queda de ellas es la marca en el pensar de aquel que la escuchó.

El lenguaje oral va de la mano de gestos, miradas, exclamaciones que no tienen traducción posible, ni siquiera en signos. Supongo que cuando el acto de leer queda reducido a una simple repetición de la palabra impresa, quedamos más cerca de la religión que de la castración. El equívoco al hablar, la ocurrencia espontánea, el vacilar, hacen a la enunciación. Una enunciación distinta de la que ya podría estar plasmada en la escritura. Instantánea e irrepetible. De ella quedará la marca en quien escucha y no habrá vuelta atrás, y allí lo apasionante. Condimenta la presentación y vale la pena estar allí, en lugar de adquirir el libro con los escritos y simplemente leer.

Qué opinan?...

jueves, 30 de noviembre de 2006

Eric Laurent estuvo en la UBA

Frente a las ya conocidas multitudes que pueblan la UBA en oportunidades como esta, Eric Laurent habló acerca de qué es un órgano del cuerpo.

Con permanentes idas y vueltas a los conceptos de Freud, enunció -entre otras cosas- que el cuerpo es aquello que da certeza de existencia. Algo así como una materialidad que ocupa un espacio concreto, que también aporta a cierto reconocimiento.

Fue interesante que esta idea estuviera tan bien representada en la escena que se tejía entre el público. El Aula Mayor estaba atestada de gente, cada silla tenía su dueño temporario, los espacios entre ellas también habían sido conquistados y el corredor que lleva a las puertas del aula, también sufría superpoblación de personas psi, intentando escuchar algo. Alguna idea magistral que contribuyera con el saber recaudado hasta entonces. Era un caluroso escuchar, cuerpo a cuerpo. Una elocuente presentificación de lo que Laurent -en un prolijo español- trataba de transmitir.

viernes, 24 de noviembre de 2006

Muertes por anorexia. ¡Cuántas cosas se dicen!

El éxito es de las flacas, la cultura light, el triunfo asociado a la belleza, la publicidad asesina, el ser solo por el yogur, los empresarios que sólo las quieren flacas, es una enfermedad incurable o peor: que sólo se cura en una Asociación de Lucha?! etc., etc.

Podría inundar este espacio con una lista interminable de cosas vistas, leídas y oídas estos últimos días, pero no creo que sea necesario.

Propongo en estas líneas un interrogante al respecto. Frente a tanta especulación sin sentido (o con demasiado sentido) en los medios de comunicación, dónde estamos los psicoanalistas, qué responsabilidad nos cabe en semejantes mensajes inexactos.

Una primera respuesta me surge, como si escuchara a muchos de mis colegas diciéndome: los psicoanalistas no tenemos por qué responder a la necesidad constante de respuestas inmediatas. El discurso analítico se extrae de la lógica capitalista y pensado desde allí, se explica y justifica nuestra no respuesta.

Ahora bien, me pregunto: la diferenciación de dicho discurso es abstenerse de decir? No quedaría en la misma línea del silencio absoluto con el paciente, como interpretación absurda de la abstinencia del analista?
Me pregunto si no habrá algún modo de decir, que sostenga y dignifique esa extracción.

sábado, 18 de noviembre de 2006

¿Abzurdah o absurdo?

Comencé a leer este libro[1] por curiosidad, semejante despliegue publicitario da qué pensar. Sería simplemente el diario de una adolescente, una receta de cómo ser anoréxica, un impresionante relato de la cura por la palabra, un horrible mensaje: tuve anorexia, ahora soy feliz?

La única manera de saberlo era arriesgarme a la lectura. Con un prolijo, irónico y muy ocurrente discurso, esta muchacha de nombre tan particular, escribe las letras de su goce, -entre otros- cierto placer por mostrar y ser mirada o leída, pero imaginada.
Desde una angustiante soledad subjetiva, logra transmitir penosamente los repetidos e incesantes tropiezos que lenta y dolorosamente la estrellan contra el fondo de un pozo lleno de nada. Se ocupa minuciosamente de que el lector perciba cada detalle de su macabro modo de gozar, convirtiendo el propio relato en una expresión de ese goce. Resultando además, una inconveniente receta de cómo ser anoréxica, bulímica, suicida, etc.
Su escrito no es sublimatorio justamente por ello, no convierte aquel padecer en otra cosa sino que por momentos parece regocijarse en él. La salida por la misma puerta de entrada del síntoma no suele prometer grandes cosas.

El libro es un recorrido hacia las antípodas del cielo y luego un sorpresivo salto hacia una mejoría sin muchas explicaciones. Una salida del infierno que supone la luz de una nueva Cielo que no se reconoce en la anterior. Justamente el libro en su totalidad es el nexo más claro con el oscuro Cielo anterior.

Tal vez el gran movimiento de esta prometedora joven tenga que ver con el acto que implicó su libro y no tanto con el discurso que éste alberga. Lo cual, nada tiene que ver con el mensaje publicitario más evidente: la anorexia la hizo exitosa, interesante y hermosa. Probablemente allí esté lo absurdo.


[1] Abzurdah. Autora: Cielo Latini. Editorial Planeta. 2006

jueves, 16 de noviembre de 2006

Memorias de un encuentro entre analistas.

La semana pasada fueron las Jornadas 2006 del Ameghino, donde casi un centenar de analistas se dieron cita para intentar responder a una pregunta: "¿Cómo cura el psicoanálisis en el Hospital?".

Cada cual hizo su aporte en el intento por responder semejante interrogante, ante la dificultad, surgieron juegos semánticos y sintácticos con la pregunta, escansiones, comentarios, chistes, etc. Todo menos responderla. No por descuido u omisión, sino -supongo- por dos cuestiones: o no tiene respuesta, o nadie está en condiciones de arrogarse saber semejante, entonces mejor bordearlo...como con muchas otras cosas.

Carpintero aseguró la necesidad de la historia para poder construir un futuro; y Saidón completó instando a la creatividad, concepto que muchos intentaron retomar. Así, bromeando con la omnipotencia de Dios, luego Dios tomó la palabra.

Parece que ya no se trata de desmanicomialización sino más bien de las tensiones entre distintas disciplinas... A propósito de tensiones dicho panel tuvo su contrapartida en la idea de que no habría que responder al incesante pedido de lo nuevo. Barros entiende que responde a la proliferación de objetos del capitalismo, y desestabilización mediante justamente no ocurre más que una escena que engorda la lógica capitalista. Así, fiel a la idea de que quitar el conflicto no suele ser lo más saludable, instaló el debate entre psicoanalistas y psicoanalistas.

Las mesas se sucedieron entre intervalos de escaleras, cafecitos, encuentros entre colegas, chismes del ambiente, etc. Hubo mesas de agitados debates y también de silencios tétricos, de lecturas y de interpretaciones. Algo así son los encuentros de cada año.