jueves, 17 de diciembre de 2009

Analista y algo más.

Rubén había mudado su consultorio a una parte de su propia casa. La economía se hacía cada vez más escueta y el cambio le permitía tener menos gastos y más horarios para sus pacientes.

Era viernes, hacía mucho calor, las clases habían terminado. Rubén escuchaba los desencuentros de Pablo con su esposa, las peleas, los tirones en la relación como padres, las desautorizaciones con su hijo que su esposa no paraba de repetir. El clima áspero de la casa de Pablo se trasladaba al consultorio a través de las palabras, hilvanadas como dagas que Pablo se sacaba de a una cuando le hablaba a Rubén, mirándolo con sed de cuidado. Pidiéndole alguna pista que le permitiera poner freno a la histeria de su mujer. Pablo hablaba. Rubén flotaba en su escucha.

La boca de Rubén hizo un gesto con la intención de dejar salir alguna palabra acerca del monólogo sufriente de su paciente. En ese prometedor instante la puerta del consultorio se abrió brutalmente. A los gritos, entró un niño de unos cinco años. Con un shortcito rojo, descalzo y sin remera.

- Papaaaá! Mamá no me deja jugar a la Plaaay. Me dijo que te preguntara a vos! Dale, dejame jugar!!!!

El silencio era ruido en los ojos desorbitados de Rubén. Ambos permanecieron callados, mientras Martín miraba a su papá como quien espera una respuesta crucial de la existencia.

viernes, 11 de diciembre de 2009

El juguete rabioso

Novela. De Roberto Arlt. 1926

No es fácil escribir sobre esta novela. Aunque no por complejas, abandono las tareas. No prometo nada demasiado interesante. De atravesar esta línea será a su propio riesgo. Yo avisé.

Decían sus contemporáneos que el tipo escribía mal. Decían ellos y también dicen ahora ciertos seguidores de aquellos intelectuales de acomodadas posiciones. Dice lo mismo cierto halo extraño sobre el nombre Arlt. Rumores que entorpecieron mi lectura durante años. A pesar de tener esta novela durmiendo en mi biblioteca hace mucho tiempo, jamás la había elegido. Amarilla, ella, no se ofendió cuando después de mi ingratitud de tantos años me decidí a tomarla.

Yo no sé a qué le llamaban escribir mal. Este hombre, que lamentablemente murió muy joven, logra mudar al lector a un mundo sórdido, plagado de carencias, de soledad, de anhelos obstaculizados, de una sociedad con poco espacio, pero también y a pesar de todo eso, un mundo de aventuras.

Dos escenas son fantásticas. Una de ellas por su significado y otra por la dureza con la que impactan las palabras. Ambas por la ambigüedad propia de Arlt.
La primera pertenece al primer capítulo: Los ladrones. Silvio Astier, aún siendo un niño se junta con otros niños del barrio. Fundan el “Club de los Caballeros de la Media Noche”. La finalidad: robar. Uno de los atracos es a la biblioteca. Todos los detalles de la hazaña están contados con lujo de detalles de manera que uno está allí, escondido con ellos cuando, por ejemplo, oyen unos pasos extraños.
Roban libros. Eso es genial. No por el robo en sí, sino porque a pesar del contexto de estos niños, el interés de ellos, particularmente de Silvio (de Arlt), el protagonista, estaba en los libros a los que no podía acceder de otra manera.

La otra escena magnífica pertenece a “Los trabajos y los días”, el segundo capítulo. Silvio Astier trabajaba como cadete en una librería. Un día cualquiera se encuentra ante la oportunidad de incendiarla, sin vacilar, sucumbe a la tentación de dejar caer una brasa sobre un montón de papeles. Abandona el lugar sintiéndose libre y feliz de su decisión. Aunque para su desgracia luego comprueba que la brasa no llegó a provocar la tragedia que él hubiera querido.
Impactan las palabras sin culpa, sin titubear, con goce de la vil oportunidad.
Además de las dotes malignas con las que Arlt dota a sus personajes, esta escena representa la relación dual de Silvio Astier, de Arlt mismo, con la sociedad de los libros. En el sentido intelectualoide del término. Los libros eran su vida, pero también representaban a todos esos autores acomodados con los que él batallaba con la prepotencia que solo puede tener quien se siente herido y no encuentra mejor modo de defensa que el ataque petulante.

Y continúa con idéntica dualidad al final. El juguete rabioso culmina con otra canallada, lograda en este caso, que también plasma la estupenda dualidad de Arlt. Rasgo que lo convirtió, desde esta mirada aficionada, en un gran escritor, fuera de todo molde prefabricado.

Les regalo estas líneas:

“Hablaba estremecido de coraje; rencor a sus palabras tercas, odio a la indiferencia del mundo, a la miseria acosadora de todos los días, y al mismo tiempo una pena innominable: la certeza de la propia inutilidad.” R. Arlt