martes, 12 de mayo de 2009

¿Quién paga?

Se había recibido hacía aproximadamente seis meses. Terminar la carrera es una hermosa sensación liberadora, aunque al mismo tiempo se parece a un empujoncito al abismo.
No más parciales, no más notas, ni lecturas obligadas. El momento del gran desafío ha llegado: vivir de la profesión.
La mayoría de la gente desconoce que los psicólogos forman parte del precarísimo sistema de salud de la Argentina, al igual que los médicos, enfermeros y diversas profesiones ligadas al ámbito de la salud. El mito popular dice que los psicólogos se llenan de plata. Tal vez algunos sí.
El frenesí del comienzo embargaba todos los costados de su nuevo ser profesional. Había rendido el examen de residencia pero resultó concurrente. Es decir, no entró en el 6% que recibe una remuneración por el trabajo que realiza en el hospital. Él también trabajaría, atendería pacientes, supervisaría, se formaría en la clínica hospitalaria, pero no recibiría un centavo a cambio. Las ansias de aprender cubren muchas faltas, así que eligió un hospital de su agrado al que concurría tres veces por semana. Por su flamante matrícula, su actividad asistencial consistía en realizar cursos de formación y escuchar entrevistas de admisión de pacientes nuevos en compañía de un colega más experimentado.
Las charlas de pasillos, el café en las reuniones de equipo y las conversaciones que se extienden tanto como la demora de los pacientes, comenzaba a dar sus frutos. Un colega le comentó de una institución en la que tomaban jóvenes profesionales, donde además de tener la posibilidad de ampliar su formación, le derivarían pacientes. Se entusiasmó como quinceañera con primera cita. Le pidió los datos y no demoró su llamado. Lo atendieron amablemente, le indicaron que enviara su curriculum con la promesa de llamarlo cuando lo recibieran. Ese mismo día las hojas de su corta vida profesional salieron por su computadora.

Luego de tres días, por fin lo llamaron. Acordaron una entrevista a la que llegó con inglesa puntualidad, que no tuvo su correlato en el avezado colega que lo entrevistaría. Esperó treinta largos minutos, pero el entusiasmo seguía intacto.
Finalmente se acercó un señor de unos cincuenta y cinco años. Caminaba algo encorvado y su mirada se enfocaba más bien al suelo. Lo hizo pasar sin pronunciar demasiadas palabras. Se acomodó en la silla que éste le indicó e intentó no demostrar sus nervios. Por un momento tuvo una horrible sensación, como si en lugar de ser tratado como un joven colega, estuviera frente a su nuevo psicoanalista. Fue horrenda porque estaba muy conforme con su análisis y no tenía ninguna intención de cambiar de analista. Tal vez el incómodo efecto tuvo que ver con el modo de empezar de su entrevistador. Le dijo: Bueno, te escucho. Ciertos vicios profesionales suelen colarse por todos los recovecos de algunos colegas. Por un instante dudó. Supuso que el cansado terapeuta veía tantos pacientes por día que no había registrado que él estaba allí para otra cosa. Reprimió ese pensamiento y se largó a las palabras. Habló acerca de cómo había llegado hasta allí, de los meses de experiencia en el hospital, de sus preferencias teóricas. El hombre lo miraba como queriendo descubrir no se sabe qué cosa. Cada tanto hacía algún comentario. Su hablar era lento. Si le hacían una pregunta demoraba al contestar, como si en lugar de estar enfrente, la conversación tuviera un océano de distancia, un delay propio de las comunicaciones satelitales. Los silencios en análisis son productivos porque permiten pensar, pero en las entrevistas de trabajo son incómodos, no hay vuelta que darle. Eso no es distinto según la profesión.

Nada en el desarrollo de la entrevista le hacía pensar al joven que no fueran a admitirlo. Su entrevistador de turno le había preguntado sus horarios disponibles y le había explicado cierto funcionamiento administrativo de la institución. Silencio mediante y como el hombre no hablaba de ello, el joven preguntó por los honorarios. El rostro del avezado se tornó más firme y sus palabras fluyeron sin tanta parsimonia. Tenes una cuota mensual que al principio la pagarías completa y luego la podes ir cubriendo con el porcentaje de honorarios que te correspondería de los pacientes. Al joven se le vino el mundo abajo, pero intentó sostenerlo. ¿Cómo, no entiendo, cuota, pagar, quién la paga?. Vos la pagarías, los profesionales tienen un abono mensual que corresponde a la pertenencia a la institución. El joven trató por todos los medios que no se le notara el desconcierto, que su cara no tradujera lo que verdaderamente pensaba: ¿tengo que pagar para trabajar? No se animó a hacer esa pregunta, se sintió desdichado y descubrió una vez más que para vivir de su profesión el camino sería largo y tedioso. El entrevistador lo miraba impávido.

5 comentarios:

Heroedeleyenda dijo...

Bueno, particularmente preocupante esta entrada para mi; mas ahora que pienso viajar a Buenos Aires para formarme en psicoanalisis.
Aunque es cuestionde rumbos supongo, aqui en Colombia vivo en la ciudad con mayor indice de desempleo(y mas para un psicologo) y sin embargo al mes de graduarme o recibirme como dicen ustedes ya me encontraba laborando.

Una realidad bellamente narrada.

Saludos.

Emily Yam dijo...

es exactamente como esta escrito. por lo menos es mi situacion actual. si queres trabajar, tenes que pagar.

Natalia Zito dijo...

Bueno, para qué negarlo, es una realidad. Al menos una de las realidades de las que poco se habla, como tantas otras cosas. Aunque no es menos cierto que no siempre es así y que con el tiempo las cosas mejoran. Los comienzos son duros, es verdad.

Mucha suerte a ambos y gracias por vuestros comentarios!

Saludos.

P dijo...

Hola! Recién conozco tu blog casi de casualidad. Me sentí totalmente identificada con la historia que contás porque es exactamente lo que me pasó a mi. En mi caso tuve que aceptar por un tiempo la situación de "pagar para trabajar" y sacarle el mayor provecho posible y al mismo tiempo, encontrar otro lugar donde trabajar para que me pagaran aunque no fuera de la profesión. El comienzo es difícil y cada uno tiene que intentar buscarle la vuelta de la mejor manera posible.

Deyvid dijo...

No sabia de esto. Muchas gracias por hacermelo saber.

Una sola pregunta se me escurre de esto. ¿Es legal?