lunes, 2 de noviembre de 2009

Mandá PSICO al 9010

Roberto era un paciente grandote, de unos 45 años, con brazos anchos y manos seguras. Se analizaba con Mario R. Un psicoanalista macanudo, más o menos de la misma edad que él, pero con un cuerpo ligeramente más pequeño.
Hacía un tiempo, los progresos en el análisis de Roberto lo habían arrojado al diván para conquistar sus más profundas mociones inconcientes y por fin superar sus dificultades al hablar. Le pasaba que muchas veces, frente a situaciones críticas en las que se sentía molesto no terminaba de decir todo lo que hubiera querido. Se guardaba más de la mitad de las palabras. Muchas veces sentía que esto lo dejaba mal parado y perdía oportunidades importantes en su vida.

Ese martes el diván estaba repleto de palabras de Roberto. Lo que pasa es que mi jefe se cree que yo soy boludo. En el sillón de atrás, cada tanto se escuchaba pip, pip, pup, pop. Se cree que yo no me doy cuenta de que está armando un proyecto a mis espaldas. Yo me pregunto por qué me cuesta tanto enfrentarlo y decirle lo que pienso. Pip, pip, pup, pop. Tal vez si algún día me animara a decirle algo de todo lo que pienso hasta me estimaría más, me respetaría, cosa que no hace. Tin pun. El otro día soñé que era mudo, que quería articular las palabras y no me salía el sonido. Estaba mi vieja que no se daba cuenta y me hablaba como si nada. Pip, pip, pup, pop. Roberto hizo un silencio luego de relatar el sueño. Esperaba que Mario le dijera algo, pero éste respondió con mas silencio. Roberto pensó que era una invitación a seguir asociando sobre el sueño, así que cumplió. A veces pienso que esto que me pasa tiene que ver con mi vieja. Tin pum. Ella nunca me escuchaba, hoy en día no me escucha. Pip, pip, pup, pop. Roberto se sintió molesto. Escuchaba ese ruidito desde el comienzo de la sesión. Su psicoanalista estaba escuchándolo o enviando mensajes de texto. Miró por el rabillo del ojo, se veían los pies de Mario inmóviles. Siguió hablando. Tin pum. pip, pip, pup, pop. Era muy evidente. Eran las malditas teclitas del celular. Encima ni ponerlas en silencio sabía.
Pip, pip, pup, pop. De pronto, Roberto se incorporó bruscamente sobre el diván y dio vuelta su cabeza para clavarle la mirada a su psicoanalista. Mario tenía su rostro ligeramente iluminado por la pantalla de su celular. Se quedó impávido, con los ojos abiertos y el celular en la mano, como quien de pronto se enfrenta a un demonio. Roberto, irónico como pocas veces, le dijo: ¿te estas aburriendo, no? La cara de Mario se pobló de colores y dijo: ¡no, para nada! Roberto se paró, estirando su metro noventa delante del sillón de Mario y replicó: ¡Claro no te estas aburriendo porque estas dale que dale con el mensajito. ¡¿No te da vergüenza?! Mario contestó lo incontestable: estaba anotando algunas frases de lo que decías. Ah… sí claro y se las mandabas a Freud en la tumba para que te ayude, no? El psicoanalista in fraganti se puso de pie y Roberto no resistió el impulso. Alzó su mano derecha y lo bajó de una trompada. Agarró sus cosas y se fue.

Al rato, un mensaje de texto de Roberto decía: Disponé de mi horario, Freud me escribió a mí directamente y me acaba da dar el alta.

4 comentarios:

Mariano dijo...

Muy bueno!! me gustó el tema que agarrás, buena imagen de la epoca. Además el extrañamiento que te va generando el "pip pup" hasta el final es muy sutil, saludos!

Natalia Zito dijo...

Muchas gracias Akira!
Sabes, no me había dado cuenta de la intriga del pip pup. Gracias.

Natalia

Nicoloda dijo...

jajaja!muy bueno Nati! Elfantasma de muchos analizantes!!

Deyvid dijo...

Muy bueno che! Voy a seguir leyendote!